viernes, 24 de agosto de 2007

Si destruimos el planeta, compramos otro: el progreso





Hace 500 años llegó la primera idea del progreso. En esa época el progreso vino en barcos. Eran hombres a caballo con armaduras, sables y mosquetes.

La llegada mágica del progreso, llegada casi divina, sembró enfermedad, muerte y destrucción de las culturas de América.

Desde entonces, en forma casi ininterrumpida, nos siguen hablando del progreso. A veces han sido uniformados con sus fusiles y tanques ayudados por señores con anteojos negros en Falcon verdes.

Otras veces han sido elegantes ejecutivos en sus trajes caros, quienes nos mostraban la magia del progreso al que llegaríamos si accedíamos a sus requerimientos y aumentábamos nuestra deuda externa e interna.

Hace bastante tiempo que en nuestros sufridos países del Sur, quienes nos hablan de progreso son los gobernantes a quienes votamos democráticamente.

Ellos han decidido, junto a funcionarios que nadie votó, que el progreso es entregar el petróleo y el gas a las multinacionales, porque nosotros todavía no aprendimos cómo explotarlo.

También han permitido que unas pocas transnacionales nos enseñen cómo se debe trabajar el campo, definiendo que nuestras tierras deben ser destruidas sembrando semillas transgénicas, y rociándolas con cada vez más cantidad de agrotóxicos y fertilizantes, que por supuesto, producen de manera monopólica esas mismas transnacionales.

Han decidido que para progresar debemos dejar que arrasen los bosques y montes nativos, enfermando y expulsando a las comunidades originarias y a los campesinos de sus tierras ancestrales.

Han decidido que los pinos y eucaliptos transgénicos, esos que sirven para alimentar a las pasteras multinacionales echadas del primer mundo por ser altamente contaminantes, representan el progreso.

Han decidido que entregar al extranjero todos los peces del Mar Argentino y del río Paraná es el progreso.

Han decidido que todos los minerales de nuestras montañas deben ser regalados a las empresas mineras canadienses, suizas, australianas, yanquis, etc. Si para eso tienen que dinamitar montañas enteras, destruir glaciares, secar los ríos, contaminar las napas y las vertientes de agua y enfermar a los habitantes de esas tierras, no importa, es en nombre del progreso.

(El Progreso-

Pero cuando recorremos nuestro país, vemos que los pueblos originarios y los campesinos siguen marginados y que son acorralados por las topadoras y la nueva Diosa Soja.

En las ciudades aumenta día a día la cantidad de excluidos del sistema alimentado por migrantes del campo a la ciudad. Son los nuevos habitantes de la miseria urbana, son la carne que alimenta la prostitución y el negocio de la droga. Niños revolviendo la basura y durmiendo en las calles. Niñas que no saben si serán prostituidas o creadoras de niños hijos de niños, o ambas cosas. Son la materia prima que alimentará la corrupción política y policial.

Mientras, los que aún trabajan y pueden permanecer colgados del sistema, manteniendo a duras penas sus familias, se anestesian con el fútbol, con Tinelli y con Gran Hermano. Para no pensar, para no mirar la miseria y el "paco". Para no ver el hambre y la bolsita con pegamento.

Mientras, los gobernantes se llenan la boca con los derechos humanos pero sancionan una "ley antiterrorista" para reprimir los reclamos sociales.

Entonces me pregunto, ¿esperaremos 500 años más para que llegue el progreso que nos vienen prometiendo?

1 comentario:

Mery dijo...

Ah, pero... ¿no te contaron? El progreso se dió, salvo que en España, Inglaterra luego y ahora Estados Unidos, aunque con lo del petróleo de nuevo España.
Claro! Tomamos el término muy literal, era progreso, y solo económico, aparte de a costa nuestra!!!
Hay palabras que tienen demasiada buena prensa, este es el caso. El otro es "crecimiento económico", que, como pocos economistas admiten, no significa mayor equidad ni mayor trabajo, tan solo que la acumulación de capital es más grande!!!!
Besos niño!
*Mery*^

-He vuelto, no sé si para bien de todo el mundo, pero volví.